El número 13 es uno de los más temidos del mundo, pero ¿de dónde proviene este miedo? Se cree que desde la antigüedad el número 13 se ha asociado a la mala suerte y el presagio, ya que las leyendas nórdicas hablan de 13 espíritus del mal; la Biblia dedica su capítulo 13 al mismísimo Apocalipsis y en el Tarot el número 13 simboliza la muerte. Un viernes 13 también Cuauhtémoc, el último emperador azteca, fue capturado por Hernán Cortés y, con ello, ocurrió la caída de Tenochtitlán. Un viernes 13 también sale un asesino con máscara de hockey y mata a diestra y siniestra en el cine. Quizá por todas estas supersticiones muchos hoteles y edificios prefieren omitir el piso número 13.
Y es que siempre se nos advierte de lo que no debemos hacer durante un viernes 13 como caminar debajo de una escalera, romper un espejo, abrir un paraguas dentro de una casa o cruzarse con gatos negros. Todas estas creencias las encontramos también en la literatura.
El escritor ruso Fyodor Dostoyevski, por ejemplo, no salía de su casa los días 3, 13 y 30 por ser días de mala suerte. Y cuando lo hacía cargaba siempre un dado de seis caras que le ayudaba a tomar decisiones importantes.
Otro escritor obsesionado con el número 3 era el escritor italiano Dante Alighieri. Su Divina comedia está escrita en 3 partes en la cual se narra un viaje que ocurre precisamente por 3 reinos y está escrito en tercetos que al sumarlos suman múltiplos de 3.
Otro personaje histórico que rehuía del número 13 fue el primer ministro del Reino Unido y también escritor Winston Churchill, quien dejaba reuniones en donde estuviera involucrado el número 13 en cualquier forma.
Y dentro de los escritores latinoamericanos encontramos a Gabriel García Márquez que creía que hay personas, objetos y actitudes que causan mala suerte, por lo que si alguien se atrevía a nombrarla en alguna reunión todo se echaba a perder.
Mientras que el escritor mexicano Sergio Pitol reconocía que siempre cargaba amuletos en su ropa por cualquier problema o situación que pudiera ocurrir fuera de casa.
Todo lo anterior quizá solo sea una forma de ahuyentar aquello que tanto tememos y evitamos, la mala suerte.