“Escribo para soltar el peso de cuarenta años rumiando el mito de mi padre, las infinitas versiones de mi padre”.
Yo no soy hija de un padre ausente, pero sí de un abuelo ausente, de un fantasma, me dije a mi misma mientras escribía esta reseña. Mi abuelo como muchos hombres de este país abandonó a su esposa e hijos y no regresó jamás. Aún después de varios años de ausencia nos seguimos preguntando qué pasó con él y cuál fue su último destino o si es que aún sigue vivo en algún lugar. Todo esto pensaba mientras leía la novela de Alma Delia Murillo, “La cabeza de mi padre” y por eso mismo la sentí tan cercana.
“Pareciera que todos somos hijos de Pedro Paramo”, nos dice la autora al inicio de la novela, en donde ella al igual que el protagonista de la novela de Juan Rulfo va en la búsqueda de su padre, de un padre ausente que ha marcado cada una de sus facetas y que en México pareciera como parte del imaginario colectivo.
Un sueño premonitorio hace que la protagonista busque a su padre y para ello invita a su madre y a sus hermanos y juntos recorren los caminos de Michoacán para encontrar el origen de todo, pero, sobre todo, reconocer cuál es su propio origen y darle una imagen a aquella fotografía de su padre que está rota.
Y más que una obra autobiográfica, “La cabeza de mi padre” es una reconstrucción del pasado, una línea del tiempo de una familia que al igual que esa fotografía también está rota desde el abandono, pero que Alma Delia describe desde su ternura y desde la mirada de una niña que al final de cuentas solo quiere conocer quién es su papá.