Las voces afganas gritan libertad

Hace un par de días, el gobierno de Afganistán aprobó la Ley de Promoción de la virtud y Prevención del vicio con la cual prohíbe totalmente a las mujeres usar su voz al hablar o cantar en público. Ninguna de ellas puede incluso escuchar canciones con voces femeninas. Esta ley también las obliga a cubrir completamente su cuerpo, de la cabeza a los pies.


Con esta medida se han puesto en el ojo público los derechos humanos de las mujeres en ese país, los cuales han perdido con la llegada de los talibanes al poder desde años, prohibiéndoles la educación, el servicio médico, el deporte y otras actividades que las alejen de los hogares, logrando con esto su desaparición completamente de la vida pública del país.


Ante este triste panorama queremos recordar las voces y palabras de escritoras afganas que día a día pelearon o siguen peleando ante estas injusticias.


Nadia Ghulam es una escritora y activista de los derechos humanos que se hizo pasar por su hermano muerto para ayudar a sobrevivir a su familia porque una bomba destruyó su casa, tal como lo cuenta en su libro “El secreto de mi turbante”, desde entonces ha escrito infinidad de libros como “El país de los pájaros sin alas”, “La primera estrella de la noche”, “El sueño de Maribel”, entre otros.

Nadia Ghulam.


Nadia Anjuman fue una poeta que creaba landays, poemas breves formados por 22 sílabas que estaban vetados para las mujeres y que escribía bajo el anonimato. Estudió literatura en secreto y publicó el poemario “Flor Ahumada” en 2004, pero un año después murió a manos de su esposo. Uno de sus poemas más conocidos es “Nada”.

Nada
No deseo abrir la boca.
¿A qué podría cantar?
A mí, a quien la vida odia,
tanto me da cantar que callar.
¿Acaso debo hablar de dulzura
cuando es tanta la amargura que siento?
Ay, el festín del opresor
me ha tapado la boca.
Sin nadie a mi lado en la vida
¿a quién dedicaré mi ternura?
Tanto me da decir, reír,
morir, existir.
Yo y mi forzada soledad,
con mi dolor y mi tristeza.
He nacido para nada,
mi boca debería estar sellada.

Ha llegado, corazón, la primavera,
el momento propicio del festejo.
Pero ¿qué puedo hacer
si un ala tengo ahora atrapada?
Así no puedo volar.
Llevo mucho tiempo en silencio
pero nunca olvidé la melodía
que no paro de susurrar.
Las canciones que brotan de mi corazón
me recuerdan que algún día
romperé la jaula.
Volando saldré de esta soledad
y cantaré con melancolía.
No soy un frágil álamo
sacudido por el viento.
Soy una mujer afgana.
Entiéndase pues mi constante queja.
Estoy enjaulada en este rincón
llena de melancolía y pena…
Mis alas están cerradas y no puedo volar…
Soy una mujer afgana y debo aullar.


Somaia Ramish es una poeta, periodista y activista de los derechos humanos. Fundó la Casa de la poesía en el exilio, un movimiento que protesta contra la censura de la poesía y las letras en Afganistán, afortunadamente logró salir de ahí y actualmente vive como refugiada en los Países Bajos.
 
Mujer Vida Libertad
Es de noche en todas las regiones del mundo
y la sangre del alba se ha secado en las venas del mañana.
Lloro en todas las zonas horarias.
¿En cuál estás tú?
¿Tú que no oyes nuestras voces?
Pueblo libre del mundo,
ustedes que han encarnado la libertad en una estatua,
una piedra,
una roca que ha caído en un pozo
y está muriendo con su propio sonido final.
Después de una caída, si oyes un ruido sordo,
es el sonido de la muerte.
Retrasen sus relojes un siglo
para que puedas tragarte la noticia de la roca de la libertad
con tu café amargo y olvidar
que nosotros, en este lado del tiempo
en este lado del mundo
ya hemos muerto en nuestra propia línea temporal.
 

Somaia Ramish.
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